En algún rincón de nosotros mismos están quienes nos controlan imperiosamente, nos motivan y nos hacen fluir la sangre más rápido y más fuerte por todo el cuerpo.
Nos dominan en silencio, esclavos somos sin saberlo. Nos mueven a su antojo como piezas baratas de un simple juego. Generan desde la más pura alegría hasta el peor de los miedos. Desde el amor más profundo hasta el odio absoluto.
¿Por qué es que no hay grises exactos?, pero tampoco hay blancos ni negros...
Y es que son una mezcla confusa del mundo. Del todo y de la nada al mismo tiempo.
Y están ahí... no tan profundo, donde se esconde el secreto de una muerte silenciosa, esperando latente salir para embriagarnos con su seductora manía de hacernos sentir vivos.
Porque nos hacen sentir excitantemente vivos, tanto así que cuando uno de ellos se hiere y muere sentimos que una parte de nosotros muere con él, cuando el latir rápido e insesante nos hace pensar que el pecho nos estallará en mil pedazos.
Y luego nace otro, radiante, reconfortante, que de a poco ocupa el lugar del difunto... incluso siendo totalmente diferente...
(Y nos volvemos a sentir vivos)
Libres y salvajes, caprichosos de a momentos, así son los sentimientos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario