Y es que cuando uno se pone a pensar se da cuenta de lo difícil que es restringir los sentimientos.
Uno puede percatarse que está sumergido en un mar de ellos después de mucho tiempo de querer impedirlo, o mejor dicho, cuando ya es tarde como para hacer algo más que dejarse llevar a merced de aquello que nos invade desde adentro.
Es que es absurdo pensar que uno puede permitirse o prohibirse ese tipo de cosas, porque no podemos darnos el lujo de elegir... sería más que absurdo, sería un acto de ingenuidad... y a nadie le gusta pecar de ingenuo.
El período de descubrimiento de lo que nos pasa no es agrabable para nadie, por la inseguridad y vulnerabilidad característica. Pero si no nos mostramos vulnerables ante las personas que queremos (aunque sea un poco) no hay manera de que ellos comprendan lo que nos sucede. Cuesta aceptar eso también, pero con comprenderlo uno se da la oportunidad de intentarlo.
Es difícil exponerse... pero a veces vale la pena... solamente hay que apostar a quien elegimos para mostrarle ese lado de nosotros.